OHÚ CON LOS WALLÚ

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Cuando uno piensa en los indígenas de Colombia, suele imaginarse a unas personas indefensas, entrañables y bajitas a la que hay que proteger a toda costa. Bueno, pues eso es hasta que conoces a los wallús.

???????????????????????????????Se supone que es una sociedad matriarcal pero en la práctica es un pueblo formado por mujeres que trabajan poco, y hombres que no trabajan nada. Y mira que esta tierra, aunque en la foto no lo parezca, es super rica en materias primas: un día Elena y yo nos pusimos a escarbar en la orilla de la playa y llenamos, en un momento, un cubo entero de coquinas (¡qué pena que luego a penas las pudiéramos probar porque los wallús son rápidos, muy rápidos a la hora de comer cuando les invitas!).

Los wallús viven en la Guajira, un desierto tan árido como su carácter, y su aspecto físico es extrañamente parecido al de los gitanos. Este sitio se hizo famoso porque aquí secuestraron hace unos meses a una pareja de españoles. Por supuesto los wallús no tuvieron nada que ver, ellos nunca habrían hecho eso, a ellos no les interesa nada que no se pueda comer.

Basándome en mi convivencia con ellos y para que les conozcáis un poquito más, he escrito,  “Los diez mandamientos imaginarios de los Wallús”:

1)      El wallú nunca disimula. Por eso, si  estás cocinando, se acercará a ti, se morderá el labio de abajo con los dientes de arriba, y se pondrá a mirar sin pestañear lo que estás preparando. Sólo cambiará el gesto de la boca para comerse lo que inevitablemente le acabas dando.

       *En realidad sólo pudimos cocinar el primer día, el resto de los días fue imposible porque los wallús nos robaron todas nuestras reservas de comida y también de agua. Un problema, teniendo en cuenta que estábamos en el desierto… por cierto, es falso que sin agua no se puede sobrevivir.

2)      El wallú nunca sonríe al extranjero. Por más que éste trate de ser simpático o charlar con él. Ni siquiera si una española buenrollera le hace un dibujo con las letras de su nombre con toda la ilusión del mundo. En este caso, no sólo no sonreirá, ni siquiera mostrará ningún interés en quedarse con el dibujo en cuestión. *

*El dibujo se lo hice a un niño pequeño.

 3) El wallú nunca deja que le hagan fotos.  Da igual lo que insistas, que le pagues dinero, que le digas que luego se la enseñas en la cámara (algo que a los niños del Chocó les encantaba)… Este mandamiento imaginario nunca se lo saltan. Y para que veáis que no miento, podéis probar a poner en «Google Imagenes» la palabra wallú. No hay ni una sola foto. En su lugar, salen varias de Wally, ya sabéis, el de «Donde está Wally».

wallu crema

Este niño tenía un bisabuelo español. No era wallú puro. Por eso se dejó hacer la foto

4)      El wallú no pide las cosas, las coge. Aunque no las necesite para nada. Por ejemplo, aunque ellos obviamente no se queman, no dudan en cogerte la crema protectora y esparcírsela hasta asegurarse de que no queda nada o hasta que tú se lo quites.

5)      El wallú no hace esfuerzos físicos. Pongo un ejemplo: un día iba por la calle andando tranquilamente comiéndome una bolsa de plátano frito cuando un wallú empezó a hacerme gestos como para que me acercara. Yo, feliz porque por fin un indígena quería comunicarse conmigo, fui hasta él. Cuando estaba a su altura, el tipo cogió mi bolsa de plátano frito, y  la volcó sobre su mano. (recordad que el tercer mandamiento que dice que el wallú nunca pide las cosas). Amigo indígena, si quieres que te dé de mi comida, ¡por lo menos acércate tú! Vamos, digo yo… aunque a lo mejor es que soy demasiado etnocentrista…

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Se me olvidó un mandamiento anexo: «Al wallú le gusta siempre entrar sin llamar». Torito apareciendo por sorpresa en nuestra habitación para ver «qué tal»

Otro día aún más jarto Torito, el único wallú que no cumplía el mandamiento de no sonreÍr al extranjero, se sentó a mi lado a charlar en la playa mientras yo tomaba el sol. Me pidió que me levantara y me pusiera a su lado. Yo remoloneé porque estaba muy cómoda ahí tumbada, pero al final obedecí. Sí,  a veces, para integrarse con otra cultura, hay que dejar a un lado las comodidades. Una vez que estaba a su lado de pie, Torito me miró y me tendió la mano. Sí, hizo que me pusiera de pie sólo para que le ayudara a él a levantarse.

6)      El wallú no quiere alardear de que habla idiomas. Si le dices «no te voy a regalar mi boli porque no tengo otro (bueno, y porque no sabes escribir) hará como que no te entiende. Sin embargo a la hora de buscar un nombre para su perrito, un cachorrito monísimo que siempre andaba por allí, eligieron  un nombre español: «SATANÁS».(….) ¿Qué necesidad había? Me los imagino diciendo “Satanás, dame la patita…” No hombre, no… por Dios …¡que se supone que no habláis español!

7) El wallú aprovecha cada oportunidad que le brinda la vida. Por eso, cuando vas en coche por el desierto, cada dos km (aprox) te encuentras con una cuerda que atraviesa el camino y que te impide seguir avanzando.

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niños wallús entusiasmado tras recibir el pago del «peaje»

Entonces viene un niño wallú corriendo de entre los cactus y te pone la mano para que le des algo. Afortunadamente este impuesto revolucionario se puede saldar con un poco de plátano frito (con lo que les gusta, no entiendo cómo ésto no nos lo robaron también).

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La Guajira es tan colorida, que a penas hace falta añadirle saturación a las fotos

8)      El wallú deja que el extranjero aprenda a partir de su propia experiencia. Un día me bañé en éstas aguas tan apetecibles con la regla y sin tampax (aunque lo parezca, esta información no es gratuita) Cuando salí, un wallú me preguntó que por qué me había bañado ahí cuando ahí era donde se bañaban los CAIMANES. (si supiera donde están, aquí metería un emoticono de una carita con los ojos muy abiertos). En fin, que aunque afee un poco la foto, un cartelito de «peligro caimanes» nunca sobra.

Pero bueno, sería injusto contar sólo lo malo de los wallús. Cuando nos íbamos, hubo uno que hizo algo que me llegó al corazón: un gesto con la mano como para decir adiós. Aunque no estoy segura de si quería despedirse… o que me acercara a darle algo.

Todo es maravilloso entre Farné y yo

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Mi Farné y yo, descansando del «Sinpiños»

No podía rechazar ese trago, así que entré en la casa. El dueño se llama Farné, un negro pansudo de setenta años que dice que ha trabajado para los servicios de inteligencia de Colombia y cuya sobrina está enrollada con Manuel Santana, el tenista. Al segundo chupito de viche le propuse que me alquilara una habitación. Él aceptó encantado y enseguida llegamos a un acuerdo de dinero. Eso sí, dijo que en vez de a él, le pagara el alquiler a a su mejor amigo, presente en toda la conversación, y que no paraba de asentir con la cabeza mientras Farné decía lo pobre que era.

El mejor amigo en cuestión, el Sinpiños, no tiene dientes y es el único habitante del Valle que no es negro del todo. La verdad es que el hombre por momentos me hace gracia, pero en general, no me parece una buena compañía para Farné.

El Sinpiños, que además es nuestro vecino, viene a casa a primera hora de la mañana con su botella de viche, el licor típico de aquí, se sienta en el porche de la casa e incita a mi Farné a beber. Yo al levantarme estoy un rato con ellos, pero por las tardes paso, que entre el pedo que llevan y el acento de esta zona, les entiendo menos que a los guiris del hostel del que me huí (para más detalles leer el anterior post). Además, suelo quedar con Elena para hacer alguna de las muchísimas cosas divertidas que se pueden hacer en el Valle durante las dos horas al días que no está lloviendo . Y el resto del tiempo se pasa rápido. Aquí cuando vas a comprar, un poco de arroz por ejemplo, el tendero te dice: “Siéeeentate míha ”, y entonces te sientas, empiezas a charlar, y cuando te das cuenta, se te ha ido la mañana y no te ha dado tiempo comprar la otra cosa que te habías propuesto comprar, que en mi caso, siempre es el champú.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA    Convivir con el “Sinpiños” no siempre es fácil. Insiste todo el rato en que me quede con ellos bebiendo. Para retenerme, me saca sin parar temas de conversación. El problema es que sólo en formularlos se le van diez minutos. Ejemplo: “Doctora, (sí, el “Sinpiños” se empeña en llamarme doctora) ¿usted que opina de… de… de… (PAUSA LARGA EN LA QUE EL SINPIÑOS SE BALANCEA HACIA DELANTE Y HACIA ATRÁS MIENTRAS ESPERA A QUE SE LE VENGA ALGO INTERESANTE A LA CABEZA) “…de Rahoy! ”Él es… (NUEVA PAUSA) ¿Bueno o malo?” A lo que yo respondo con un escueto: «Malo» (después de tanto tiempo trabajando en “El Intermedio” algo se me tenía que haber quedado).

Por las noches algunos días se suben a bailar a la azotea. Allí tienen instalados dos bafles gigantescos en los que ponen salsa a todo volumen. Los dos solos, pero separados. Me lo han dejado muy claro para que no me piense lo que no es. Este asunto me lo tratan de aclarar tanto, que por un momento consiguieron que me pensara “lo que no es”.

Pero no, no tienen ningún lío entre ellos. La prueba es que los miércoles quedan con otros viejales de su edad para… ay, me da hasta yuyu escribirlo, Sí, los miércoles es su reunión especial, y en ella ni bailan, ni charlan ni beben viche, bueno, eso sí.  Los miércoles por la noche quedan con sus otros amigos en la azotea para… ¡ver porno! No he querido saber los detalles, hay cosas en esta vida que es mejor no saber.

Hoy algo ha cambiado. Farné ha hecho una cosa que me ha llegado al corazón. Creo que se ha dado cuenta de que el “Sinpiños” a veces se pone muy pesado conmigo y  ha decidido tomar cartas en el asunto. Y, por primera vez desde que estoy aquí, el “Sinpiños” no ha venido.

???????????????????????????????    Y mi Farné, no sólo no ha bebido nada en todo el día: ¡es que ha recogido la cocina de arriba abajo! (no sabéis como la tenía, por lo menos llevaba sin limpiarla desde que su mujer le abandonó hace veinte años). Además ha comprado yuca, banano y panela, productos de primera necesidad aquí en la costa del Pacífico. Eso sí, cuando le he dicho lo bien que había dejado la cocina, me ha respondido: “¿Yoooo? No miha no, yo no he sido, pensé que habías sido tú”. Se ve que aquí limpiar no es muy de hombres. Todo es tan maravilloso entre mi Farné y yo que seguro que el día que me vaya se pone a llorar y dice que lo que pasa es que se la ha metido algo en el ojo.

CHOCÓ, EL LADO OSCURO DE COLOMBIA

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???????????????????????????????     Desde hace unas semanas estoy viajando con Elena, una andaluza que lleva tres meses por Latinoamérica. Juntas decidimos ir a Chocó, en la costa del Pacífico. Muchos colombianos te dicen que no vengas porque es pobre y peligroso. Y sólo es verdad lo primero. Aquí viven, totalmente aislados, los descendientes de los esclavos negros sin ninguna carretera que les una con el resto de Colombia y sin saber lo que es el facebook. En el Chocó están rodeados por la la típica selva colombiana: con sus ríos, sus jaguares y sus guerrilleros de las Farc. Pero basta con quedarse en la costa para no sufrir ningún percance.

Después de una hora en una avioneta en la que íbamos más apretados que los dedos del pie en unos zapatos de chúpame la punta*, llegamos a nuestro destino. Un sitio donde los niños se fabrican sus propios camiones de juguete con botellas y donde la gente es tan generosa que comparte contigo todo lo que tiene. Y todo lo que tienen es viche. Un licor que fabrican aquí que doy fe de que entra sólo.

El Valle es un sitio increíble: selva, ríos, mar, negros con unos músculos perfectamente definidos…  Pero sus habitantes no saben que viven en el paraíso. Ayer iba andando por la calle buscando una peluquería para raparme la nuca y un chaval se me acercó y me preguntó qué me parecía su pueblo. Yo le contesté la verdad: era lo que más me estaba gustando de todo Colombia. El chico se paró en seco, se puso muy serio y me dijo: “Señora, mire que mí no no me gusta que me tomen el pelo”. Casi le abrazo.

El eco cute hostel del aún mas eco cute Taylor

     En el Valle hay un sólo hay un hostel donde quedarse. Lo lleva Taylor, un treintaeñero de Kentuky rubio y con tatuajes que hace un año dejó la fábrica de pollos sin cabeza y se vino a Colombia a cumplir el sueño de todo mochilero: montar un chiringuito en una playa paradisíaca. Su chiringuito es el eco hostel que véis en la foto. Todo completamente sostenible, hamacas, libros y un montón de backpackers australianos, americanos, alemanes… Un lugar absolutamente encantador del que salí huyendo en cuánto pude.

Sí, no me he cogido una avioneta para venir al territorio más recóndito de Colombia para hacer que se enriquezca un americano buenorro que habla español con el mismo acento que Aznar hablaba en tejano pero incorporando cada dos por tres la palabra “ahorita”. No he venido a eso, ni a estar todo el día con mochileros guiris que no hablan español y con los que siempre tienes que contestar a las mismas tres preguntas: ¿Dónde has estado? ¿Cuánto tiempo llevas viajando? ¿Qué haces en tu país? Y que luego se te quedan mirando con cara de: ¿Y no me vas a preguntar: “And you?”  Sí,  ¡abajo la endogamia mochilera!

Así que cogí mi macuto y me fui al pueblo en busca de alguien que me alquilara un cuartito por unos días y por el que no tuviera que pagar tanto como en el eco hostel.  Enseguida oí un grito desde una casa completamente desconchada y parcheada con uralita: «¡Miiiiiiiha, a donde tú vah, ven a tomá un trago!!»  Y así supe, que había encontrado mi nuevo hogar.

*Es imposible convivir con una sevillana y no acabar haciendo chistecitos de “íbamos mas apretados que…“ o tengo más calor que…“ ¡Viva Andalucía!

Super ofertón solidario, ¡no dejes escapar esta oportunidad!

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Oscar haciendo bien

Oscar haciendo bien

¿Cansado de sentir esos molestos cargos de conciencia al ver fotos de niños famélicos mientras te pones hasta el culo de sushi? ¿Crees en la reencarnación y haces tan pocas buenas acciones que temes reencarnarte en una gallina ponedora de una granja de producción masiva?  Pues tranquilo: “Hola Ghana” te ofrece la solución. Sólo tienes que clickear sobre este enlace y hacerte socio de la magnífica ONG de mi amigo Oscar Perez.

http://holaghana.wordpress.com/

Por tan sólo quince, cinco o incluso un euro al mes estarás contribuyendo a que “Hola Ghana” y su sucursal recién abierta “Hola Colombia” siga ayudando a decenas de familias a salir adelante.

¡No dejes escapar esta oportunidad! Dile adiós para siempre a esos jóvenes que te abordan por la calle tratando de que te apuntes a una ONG y contéstales sin mentirles: «Yo es que ya soy de una».

Por supuesto, si eres uno de los cinco millones de españoles que se encuentra en el paro, no hagas caso a este post. Simplemente suscríbete a la opción de un euro al mes, que no es nada.

Diosito me trajo a Colombia.

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En casa de Oscar no hay batamanta, hay batahamaca

  En casa de Oscar no hay batamanta, hay batahamaca

Madrid. 14 de julio. Un calor sofocante hace que resulte imposible dormir en mi casa. Una preocupación me ronda por la cabeza: estamos a mediados de julio y aún no he decidido a dónde ir en vacaciones. Me salgo a la terraza y hago lo que una devota como yo suele hacer en estos casos: mirar al cielo, juntar las dos manos, y pedirle a Diosito que me envíe una señal. Diosito debe ser alemán porque nunca te hace esperar: en cuanto me despierto, abro mi Facebook y ahí está: un mensaje de mi amigo Oscar invitándome a visitarle a su recién conseguida ‘casa propia’ en Colombia.

Bogotá. 20 de julio. Un frío que pela hace que resulte imposible dormir en casa de Oscar. Vive en Santa Lucía, el segundo barrio más peligroso de Bogotá, justo debajo de las favelas. Esta ciudad es una especie de intermedio entre el Bronx y Sarajevo. Estaré aquí una semana antes de seguir (ya yo sola), mi aventura por Colombia. Algunas carreteras están sufriendo cortes constantes por los mineros. en la costa del  Pacífico ha habido fuertes enfrentamientos con la policía, hace unos días secuestraron a otro español… Sin embargo, no me ronda por la cabeza ninguna preocupación. Todo está bien. Acabo de llegar a un país desconocido y siento ese gustirrinín típico de cuando no sabes lo que te va a pasar al día siguiente pero estás seguro de que será algo bueno. Soy muy feliz. Hola, Colombia.

Los mormones, una peña de puta madre

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El otro día conocí a unos mormones. Me paré a hablar con ellos por pena. Los pobres, cuáles comerciales del Círculo de Lectores, trataban de captar clientes sin ningún éxito. Pero no se paraba ni Cristo a hablar con ellos. Y mira que, lo que los mormones te intentan vender (según sus propias palabras) es felicidad.

Les propuse ir a tomar una cerveza, pero, como su religión se lo prohibía, nos sentamos en un banco. Eran jóvenes, de unos veinticinco años. Iban super aseaditos y con traje y corbata (creo que era la primera vez que veía a alguien así de arreglado en el Puente de Vallecas) Uno era norteamericano, y el otro rumano. Y llevaban dos años de su vida ahorrando dinero para poder cumplir su gran sueño: irse a otro país a evangelizar.

Estuvimos un rato hablando de todo un poco. Ellos contestaban a mis preguntas a cerca de su modo de vida. Y yo respondía a las suyas a cerca de la tecnología (algo que también tienen relativamente prohibido por su religión). Les hice unas fotos y se mostraron entusiasmados con los filtros fotográficos de mi teléfono: cuánto más horteras, más les gustaban, por cierto. Hubo un momento en el que el mormón norteamericano se dio cuenta de que “no estaban a lo que estaban”, así que le hizo un gesto a su amigo, el rumano, y me empezaron a hablar, ahora sí, de las bondades de la religión mormona.

Empezó el rumano. Me contó cómo era su vida de triste antes de conocer a los mormones: se pasaba el día en el locutorio de su pueblo jugando a videojuegos, y cómo todo eso cambió al conocer el amor y la paz de Dios. Hablaba bastante bien, le ponía mucho empeño y, sobre todo, mucho dramatismo. A mí me tenía enganchada. Y entonces, de repente, el mormón norteamericano se empezó a descojonar. Le dio un auténtico ataque de risa  que trataba de contener mientras se disculpaba diciendo: “Lo siento, lo siento, pero es que, es que… ¡lo hace fatal, fatal! Y seguía riéndose.

Yo no daba crédito. El mormón norteamericano siguió: “Es que le he dicho mil veces que así no, que se va demasiado por las ramas contando su vida… Que así no es cómo nos han enseñado” Y el rumano, chinadísimo (bueno, todo lo enfadado que su religión le permite estar)  diciéndole que estaba harto de que se riera de él. El norteamericano dijo que, ya que estaba yo ahí que diera yo mi opinión. Y como a mí me gusta “poco” dar mi opinión, pues la di. Les dije la verdad, que me gustaba el método “evangelizador” del rumano porque me parecía que provocaba cercanía con el público (yo). Así que ahí estaba yo intentando poner paz entre los dos mormones que minutos antes me estaban hablando de la paz y el amor de Dios.

Después de un buen rato creo que conseguí que llegaran a un acuerdo y que, por lo menos, el norteamericano comprendiera que no estaba bien reirse de su amigo delante de la gente. Que tenía que contenerse hasta llegar a la habitación. Pobrecillos… encima de que se llevaban fatal, compartían cuarto. ¡Y dos años de su vida ahorrando dinero para esto…!

La situación de empezó a volver un poco raruna cuando el rumano, al ver que me ponía de su lado empezó claramente a tontear claramente conmigo. Y de una manera escandalosamente torpe. Por la cara de cabreo del mormón norteamericano intuí que también tenían prohibido ligar con la gente. Pero claro, no se atrevía a decir nada porque ya habíamos hablado de que no estaba bien que se metiera con su amigo delante de mí. Así que me fui, no quería ser la causante de otro conflicto. Pobrecillos, tenían tan poca experiencia ligando como evangelizando. Normal, nadie se para nunca a hablar con ellos…

.típico mormón norteamericano

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A la derecha el mormón norteamericano haciendo una divertida mueca para la foto. Mi mormón preferido, el rumano, no quiso salir porque decía que estaba gordo. No conseguí convencerle de que no era cierto.

LA POLINOVELA

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¿Qué es polinovela? Se trata de un extraño fenómeno casi paranormal que sucede cuando en un país se mezclan la política y las telenovelas.

En el caso de México esta extraña fusión se ha materializado en el matrimonio de Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, la gran dama de las telenovelas mexicanas. Peña Nieto, el presidente de México, es este “dandi” que aparece sonriendo en la foto como si estuviera anunciando un producto blanqueante para los dientes. La guapura del nuevo presidente dio lugar a múltiples anécdotas durante la campaña, como la frase que coreaban sus fans en los mítines.  “Enrique, bombón, te quiero en mi colchón”.

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En México sólo he conocido una persona a la que le gustaba el PRI. Era un taxista lleno de tatuajes talegueros y voz ronca. No paraba de repetir que Peña Nieto era un tipo super honrado. No sé qué concepto tendría de la honradez pero, cuando le fui a pagar intentó timarme descaradamente. Por supuesto le dije: “No mames wey, me quieres ver la cara de pendeja?” Esto justo antes de salir corriendo.

La pregunta que a estas alturas os estaréis haciendo, sé cuál es: ¿Se amarán de verdad el presidente y la primera dama? Yo creo que no: las cámaras no mienten y nunca les han pillado mirándose con complicidad (no como el Príncipe y Doña Letizia, esos sí que se quieren de verdad).  Según muchos mexicanos este matrimonio responde a una clara maniobra electoral para aprovechar el tirón de “La Gaviota”, que es el mote por el que se conoce a la actriz. Y la llamo actriz y no ex actriz porque, aunque ahora no hace telenovelas, la tía sigue actuando todo el rato.

Prueba de ello son la serie de videos grabados con su i phone que La Gaviota se dedicó a subir al youtube durante la campaña electoral. El título que eligió no tiene desperdicio: “Lo que mis ojos ven y mi corazón siente”. Si queréis echarle un vistazo, aquí os dejo un enlace.

En el video podeís ver al presidente besando a una de sus hijas en pijama en la cama. Como veis, el video tiene 372 “me gusta” frente a 2.407 “no me gusta”

http://www.youtube.com/watch?v=b9mxd5JwJ0E

Algunos de los videos son tan íntimos, que parecen más propios de un reality show tipo Gran Hermano de que un reallity show tipo electoral que  es lo que ha sido la campaña electoral mexicana viendo todos los secretos de los concursantes que han salido a la luz. Como el de que Peña Nieto en realidad es gay. O más fuerte todavía, el de que Peña Nieto… Peña Nieto… ay no sé si decirlo… Peña Nieto… ¡asesinó a su anterior esposa! Sí, así es. Al parecer, la mujer andaba todo el día con depresiones, y claro, ¿os imagináis a una aspirante a primera dama sin una sonrisa permanente en su boca? Pues no, normal que se la cargara. (Si estoy un tiempo sin escribir ningún post sospechad que Peña Nieto me ha matado a mí también por desvelar información confidencial. Es que el PRI es muy poderoso y, al parecer, está relacionado con el narco…) Pero me da igual, yo no tengo miedo, todo sea por la DEMOCRACIA.

Este ha sido mi único post de política, pero es que me parecía tan novelesca la historia del actual presidente que la quise compartir con los españoles a los que tan pocas noticias nos llegan de lo que pasa en México. Nada, al final, tanto en un país como en el otro la política es un show, pero por lo menos, en México por lo menos es un show mucho más divertido.

EL YOGA TENÌA UN PRECIO: ESPIRITUS EN MI HABITACION

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EL YOGA TENÌA UN PRECIO: ESPIRITUS EN MI HABITACION

La Lonely Planet decía que Tepozlán era un pueblo muy valorado por los amantes del new age. Antes de ir, busqué información en Internet a cerca de este lugar, y lo que encontré, aumentó aún  más mis ganas de conocerlo: había sido un lugar sagrado desde la época pre hispánica porque, en uno de sus picos más altos, nació un Dios de cuyo nombre ahora no logro acordarme. Además, en distintos blogs de aficionados a las ciencias ocultas, hablaban de que, entre otros fenómenos sobre naturales, en sus montañas se habían producido varios avistamientos de ovnis. “Un ovni…”, pensé: eso aumentaría muchísimo las visitas a  mi blog.

Nada más bajarme del autobús sentí esa energía. Tepozlán era un pueblo enclavado en medio de unas montañas muy raras, como esculpidas por un dios abstracto. Unas colinas con formas extrañas, que, como si fueran nubes, te invitaban a jugar a adivinar a qué otra cosa se parecían sus salientes. Sí, yo también lo pienso, éste lugar tan misterioso ha afinado mi narrativa.

Pasé de largo, algo poco común en mí, ante todos los carteles de “hospedaje barato” que me iba encontrando desde que bajé del autobús.  Mis piernas se dirigieron, como por arte de magia, hasta la última bocacalle antes de llegar al final del pueblo. Allí, al fondo, vi que alquilaban habitaciones. El precio me pareció carísimo. Me comentó entonces la adolescente que me atendía que tenía otra habitación mucho más barata pero con menos comodidades. En cuánto la chica me dijo: “Esta es güerita”, (así es como llaman aquí  a las chicas blancas sin mestizaje) supe que me la iba a quedar. Y no sólo por un par de noches.

La habitación era muy sencilla, pero estaba llena de detalles que me conquistaron: unos trozos de telas de colores colgados a modo de cortinas. Un gato requete cariñoso y sin tiña. Un ventanal gigante que daba al monte mágico del Tepozteco. Unas escaleras de caracol que subían hasta el tejado de mi habita desde donde hacer yoga. Un patio con una hamaca que parecía que se iba a caer pero que no lo hacía. Y unas gallinas descansando en la puerta de mi habitación que parecían darme la bienvenida. Una serie de detalles encantadores  que hicieron que, las telarañas, las humedades en la pared y el colchón mugriento hundido visiblemente por el medio, pasaran desapercibidos.

En la casa de abajo vivían dos niñas pequeñas que de vez en cuando subían a la planta de arriba para jugar. A mí me gustaba verlas por ahí, sin embargo, su madre, siempre las mandaba bajar. La repetí muchas veces que no me molestaban, pero ella nunca me creyó. Abajo también vivía una mujer con una parálisis casi completa pero que, increíblemente se apañaba para desplazarse por el patio apoyando en el suelo un brazo que tenia más largo de lo normal.  Una fenómena la mujer que, sin embargo, no solía darme mucha coba cuando intentaba charlar con ella. De las pocas mexicanas que he conocido calladas.

¿Cómo es posible que este lugar tan encantador fuera tan barato? Pues porque en la habitación había un fantasma. El primer día que Paco se manifestó (le llamo así porque, teniendo en cuenta la cantidad de gente que aquí se llama Paco, hay muchas posibilidades de éste fuera también el nombre del difunto) Pues bien,  el primer día que se manifestó lo hizo encendiéndome la luz. Yo no le di importancia, pensé que habría sido cosa de la lluvia o qué se yo.  Pero es que, al día siguiente, además de encenderme la luz sentí, mientras estaba tumbada de lado, como una presencia encima de mi oreja. Una especie de aire espeso, es complicado de explicar si nunca has tenido un fantasma acosándote.

Al cabo de un rato empezó lo peor. Yo me tumbé boca arriba para evitar presencias molestas al lado de mi oreja. No fue una buena idea. ¡Este fantasma resultaba ser peor que una mosca cojonera! Empecé a sentir un frío que no era de este mundo recorriéndome desde la barriga hasta el corazón. Sí, era Paco intentando poseerme a través del chakra del corazón.

Esa noche, cuando conseguí dormirme (no sé cómo) tuve toda la noche el mismo sueño: una fuerza extraña intentaba entrar en mí paralizándome el cuerpo por completo. Yo intentaba e intentaba moverme, pero era imposible.

Al día siguiente, por casualidad (o no) quedé con mi amiga Linka, una australiana de pura cepa a la que la estaba enseñando un poco de español. El caso es que resulta que la madre de Linka había sido médium toda la vida, por lo que me pudo explicar con detalle lo que me había ocurrido. Lo de la presencia encima de mi oreja, no tenía importancia, era sólo que el fantasma me estaba observando. Lo del frío polar subiéndome por el estómago hasta el corazón no era una posesión exactamente. Era más bien un intento de robarme la energía, porque yo allí, con tanto yoga y tanto sentirme conectada con el universo, pues como que tenía mucha. Eso, y la energía especial que tenía Tepozlán, por supuesto. Y digo yo: “¿no le podría yo dar al fantasma un poco de mi energía, así por las buenas, ahorrándonos todo el ritual de la posesión que da tanto miedo?”  Linka me explicó que no tenia razones para tener miedo, que pensara que lo peor que podía hacerme el fantasma era quitarme la energía y que al día siguiente amaneciera cansadísima. Vamos, nada que no se solucionara con un buen Red Bull.

Estuve repitiendo en mi cabeza las palabras de Linka una y otra vez: “No tengas miedo, no tengas miedo…”. Sin embargo no pude evitar cagarme (no literalmente) de miedo cuando vi que se encendía dos veces la luz y una vez la tele (si el el fantasma había sido capaz de que funcionara ese televisor de los años 70, era capaz de cualquier cosa). Así que decidí tomarme el Orfidal que tenía reservado para el viaje de 17 horas de vuelta a España. A pesar de que ver a Paco haciendo de las suyas estando medio drogada fue mucho más llevadero, decidí, en aquel momento, con todo el dolor de mi corazón, marcharme de Tepozlán. Sí, una cosa era vivir experiencias nuevas, y otra, esto que me estaba pasando.

Algo que me ha sorprendido mucho de los mexicanos es que, cuando les cuento mi historia con el fantasma, (por supuesto en plan: “Mira que fuerte lo que me ha pasado”), nadie cambia el gesto. Te responden con un simple “Ahá”, y te miran con cara de “¿Y cuándo viene lo fuerte de la historia?”. La explicación de esta falta de entusiasmo ante la experiencia más fuerte de mi vida es muy sencilla: aquí en México tienen una relación mucho mas natural que nosotros con los muertos. Me han contado, por ejemplo, que hay un lugar en Oaxaca en el que el Día de los Muertos lo celebran sacando el esqueleto del familiar y limpiando uno por uno los huesos para luego volvernos a guardar. Es por esta relación tan natural con la muerte que, cuando yo les cuento, por ejemplo, lo de que en el sueño “algo” me intentaba poseer y me impedía moverme, los mexicanos me responden como si tal cosa: “Sí, acá le decimos que te intentó agarrar el muerto”. O cuando les cuento que, tumbada de lado en la cama, me di la vuelta para colocarme mirando hacia arriba, me contestan: “¿Pero cómo se te ocurre? Así es más fácil que se te entren dentro”.

Creo que si desde pequeños nos enseñaran con esta naturalidad que estas cosas pueden ocurrir, pasaríamos menos miedo cuando un fantasma se nos metiera en el cuarto, y también sabríamos como hacerle frente. Por cierto, que si alguna vez os pasa, los mexicanos me han dicho que basta con decir con la mente: “No quiero nada contigo”, o algo similar, el caso es ser clara, clarísima, que no se piensen que eres de las que dicen “no” cuando quieren decir “sí”.

Pero bueno, por mucho que ahora sé más de los fantasmas, no les he perdido el miedo, de hecho, por si acaso, no he vuelto a hacer ni yoga ni un simple estiramiento de gemelos, no vaya a ser que se me vuelvan a abrir los chakras y la liemos parda.

COSAS QUE PUEDES VER EN EL DF Y SOLO EN EL DF

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1) Ir al santuario de la Virgen de Guadalupe y darte cuenta de que la verdadera razón por la que la gente recorre tantos kilómetros para venir a verla es porque esta iglesia te pone literalmente “pedo”. Y no es broma. Resulta que el suelo de la iglesia se está hundiendo, al parecer el DF está construido sobre un lago, (aunque no sé si es cierto, todos los mexicanos saben mucho sobre México, pero a veces los datos se contradicen). El caso, es que en la iglesia hay un desnivel tremendo y al estar dentro sientes un ligero mareo constante, como si el suelo se moviera. Algo parecido a lo que sientes cuando te montas en el Barco Missisipi del Parque de Atracciones de Madrid. Una sensación que, sin duda haría que hasta que el mismísimo Chávez se hiciera devoto de la virgen.

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Van tantos mexicanos a visitar a la virgen de guadalupe para pedirle deseos, que, delante del cuadro de la virgen, hay cuatro andaderas mecánicas como la de las aeropuertos para que la gente no se pueda detener delante y no acaparen el sitio.

 2) Ver a un director de una orquesta de música clásica coger un micrófono y preguntar: «¿Cómo lo están pasando?» Y que el público conteste eufórico: ¡Bieeen!  Me pasó un día al ir andando por la calle. Empecé a oír música clásica como en el cielo, seguí el sonido y me encontré en un claustro con un concierto gratuíto la Orquesta filarmónica de Ciudad de México. Me senté, porque así descansaba las piernas, y sobre todo, porque era gratis, y me encontré con este director que, entre temazo y temazo, volvía a la carga con: “Y como se demuestra que lo están pasando bien?” Y entonces que toda la gente se ponía a aplaudir como loca mientras dice “¡¡¡Asiiiii!!!.

Y lo mejor, cuando el concierto estaba llegando a su fin, el público, que  lógicamente no se quería ir a casa con ese subidón, se puso a gritar: “¡¡¡Otra, otra, otra!. Sólo te puede ocurrir en el DF, que al tocarse la última canción en un concierto de música clásica, la gente se arranque a bailar (yo también por supuesto. Me sacaron y no sé decir que no) Es el concierto de música clásica más divertido en el que he estado en toda mi vida. Y el único, todo hay que decirlo. Así que lo mismo todos son así y nosotros perdiendo en tiempo en las raves…

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La orquesta filarmónica en una imagen de archivo. Y en estado de reposo.

3) Ver a abuelas haciendo botellón en la plaza de Garibaldi. En esta plaza, las familias completas beben rodeados de mariachis. La cosa es así: tú les pagas unos pesos, y ellos cantan una canción. Unos mariachis cantan bien, y otros mal. Y a algunos a penas se les oye porque los que pagan los pesos también cantan, y muy alto.

Una de las cosas màs divertidas que puedes hacer en esta plaza y sólo en esta plaza, es jugar al “toque toque”, un divertido juego en el que por diez pesos te agarras de la mano de tus amigos y una señora con un aparato que emite electricidad te una descarga eléctrica con unos mandos. La señora mantiene la descarga hasta que alguien le pida que pare. Y gana el que aguante más tiempo. La sensación de tener electricidad por todo el cuerpo es realmente indescriptible. Lo que nos hemos perdido por culpa de hacer caso a nuestras madres y no secarnos el pelo con los pies descalzos….

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Aquí me veis a punto de pedir que paren la descarga con Fer. Como podéis ver se nota que yo tenía menos costumbre que ella de someterme a esta divertida tortura.

Algunas divertidas características de los chilangos (o habitantes del DF)

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1)      Son la gente más amable que he visto en mi vida. Si alguno te intenta vender algo y le dices: “No, gracias”. Te contestan: “¡¡Ay no… gracias a tí!! Que terminen la frase con un “que pases un lindo día”, o “que dios te bendiga” no es nada raro. Cuando vas al super todo el mundo te va dando los buenos días, les conozcas o no. Pero no un “buenos días” desganado, no, no, un «buenos días» enérgico y acompañado de una sonrisa que hace que llegues al super con un subidón que te cagas.

2)      Todos tienen un sentido de la orientación de fliparlo. Cada vez que les preguntas por una calle, te contestan: “Coges esta calle, avanzas 8 cuadras, tuerces a la izquierda, luego sigues 5 cuadras, coges esa calle, sigues 3 cuadras más y llegas. Es fácil”. Y todo con una seguridad apabullante. Da igual lo lejos que esté el sitio, siempre, siempre siempre, saben dónde está. Vamos, que aquí la empresa Tom Tom, ha tenido que cerrar por quiebra.

3)      Entre los chilangos no hay calvos (creo que esto es extensible al resto de los mexicanos). Me llamó mucho la atención. Pero más me llamó la atención que, cuando les pregunté a unas chicas si les gustaban los calvos, me contestaron con un “sí” rotundo.

4)      Les encantan los colores. Hay muchísimo color por las calles, las paredes, los platos, los wáteres… todo es color. Esto contrasta con la cantidad de darkys (siniestros) que hay. Al contrario que en España, que son una minoría, aquí hay muchísima juventud perteneciente a esta tribu urbana tan amante del color negro. Dentro de los darkys, hay muchas variantes: emos-darkys, ciberdarkys, punketos-darkys… Pero lo que tienen en común todos ellos, es que les gusta pintarse la cara de blanco. Todo un curro, teniendo en cuenta que aquí son mucho más morenos de piel que nosotros.

5)      Son tremendamente hospitalarios. No dudan en abrirte las puertas de su casa aunque no te conozcan de nada. En serio, creo que los mexicanos tienen que estar muy orgullosos de ser así, y los españoles tenemos mucho que aprender de ellos. Es lo que hizo Paco, que me prestó su habitación sin conocerme. ¡Gracias Paco!, Charly, al aceptarme como roomi, ¡gracias Charly! Lo que hizo Minuit al ponerme en contacto con todos sus amigos mexicanos, ¡gracias Minuit!, o lo que hicieron Laura y Fer, al invitarme a salir con ellas a conocer el México más peculiar. ¡Gracias chicas! (Si los mexicanos son muy hospitalarios, los españoles, somos muy agradecidos)

6)      Hacen un gesto muy gracioso con el dedo índice para asentir. Cada vez que tienen la boca ocupada pero quieren decir que están de acuerdo contigo, suben y bajan el dedo rápidamente. Me encanta, quiero llevar a España esta costumbre. Y que nadie se meta conmigo por hacerlo.

7)      Inventan verbos constantemente. Por ejemplo, a mirar el facebook, lo llaman facebookear. A buscar en google, googlear, o mi preferida. A hablar y hablar pero sin decir nada, lo llaman cantinflear, en honor, obviamente, a Cantinflas. Está muy bien, porque se ahorran palabras. Muy útil para los que áun no tengan whasupp y necesiten ahorrar caracteres al mandar un sms.

Imagen Aquí os dejo una divertida foto de unos más que divertidos ciber darkys que conocí en el mercado del Chopo. Una especie de Rastro en el que se reúnen los integrantes más oscuros de la ciudad. Muy majos.